Esta es la reciente historia de Boeing a través de la perspectiva de un experimentado trader. Lo que comenzó como un encuentro casual junto al mar durante unas vacaciones se transformó en una reveladora charla sobre los altibajos del mercado, con lecciones sobre confiar en la intuición, el propio análisis y adaptarse las circunstancias.

Aquel verano, había decidido desconectarme. Necesitaba vacaciones y descansar del mercado. Tras instalarme, fui a caminar y respirar el aire salino del mar. Me detuve en una pequeña tienda de libros, casi al lado de la arena, y me llamó la atención ver entre muchos títulos uno llamado «El camino del lobo».
Más que del lobo, pensé riéndome en silencio, es el camino del estafador. Aun así, decidí echarle un vistazo. En ese momento, noté a alguien familiar, era un viejo amigo de mi padre. Me hizo un guiño señalando el libro y ambos reímos. Que casulidad encontarnos, nos saludamos con cariño sincero.
Continuamos el paseo juntos mientras caía el sol, hasta que nos acomodamos en un lugar para disfrutar de buenos mariscos.
De repente, el viejo soltó una pregunta: «¿Tienes algo de Boeing?»
«No», respondí, recordándole que me dedico a futuros. «Ah», suspiró con cierta decepción. Él hablaba de The Boeing Company (BA) y yo escuchaba obnubilado, era un veterano exitoso en el mundo de la bolsa, una leyenda, y yo un humilde principiante, no quería molestarlo. Por suerte continuó.
«Recordando el caso de Boeing, hace años con un colega en un tugurio como éste, él revelaba las virtudes de la empresa, cómo había comprado a $130 y cómo estaba alcanzando máximo histórico por encima de los $300, se regodeaba e insistía en mantenerla a toda costa. A pesar de su entusiasmo, no le presté mucha atención. Estaba leyendo los diarios, en papel como a mí me gusta, cuando de pronto, sentí una urgente necesidad de vender Boeing. He tenido esos curiosos presentimientos con frecuencia y suelo dejarme llevar por ellos. Le dije: ‘Voy a shortearla. No sé por qué, pero creo que va a bajar’. Se enojó conmigo porque iba en contra de lo que había estado tratando de convencerme durante media hora».
Pregunté en qué época había ocurrido eso. «Shh, tu cállate y escucha», respondió en tono serio. Asentí con total entusiasmo. Pedí otras cervezas y unas rabas fritas, a las señas con el camarero, sin abrir la boca.
«Boeing seguía en alza y mi colega estaba feliz. A pesar de su escepticismo, cuando me vio entrar fuerte en short, me preguntó si me sentía bien. Se preocupaba por mí, después de todo, era un buen amigo y yo no quería jugar en su contra. Pero en acciones grandes como esa, todos sabemos que no importa. Luego ocurrió la desgracia del accidente del 737 Max de Lion Air. La acción BA se desplomó y alcanzó un nuevo mínimo. Doblé mi posición short. Algo me lo decía. Mientras todos a mi alrededor compraban en la corrección, subió durante tres meses y alcanzó un impresionante máximo de $445, que casi me desangra tengo que decir. Hasta que otro 737 Max de Ethiopian Airlines se estrelló un fin de semana de marzo. En ese momento, el tema ya no tenía nada que ver con el dinero. Algo estaba realmente mal con el avión. Había volado varias veces en ese modelo que seguían operando múltiples aerolíneas. Tenía un boleto para asistir a una conferencia, y lo cancelé para comprar otro en una compañía que utilizara Airbus. Ese sentimiento me lo confirmó todo. El siguiente lunes, la acción BA abrió con una gap a la baja y volví a doblar mi posición. Luego la acción se mantuvo en rango, lo cual no me hizo sufrir, por alguna razón estaba completamente tranquilo, sabía que estaba en lo cierto. Al discutir estos presentimientos con mis colegas, llegamos a la conclusión de que no es cuestión de suerte o algo que venga del cielo, sino la suma de todas esas pequeñas y grandes experiencias en nuestras vidas, que nos hacen más acertivos y, en cierto modo, más inteligentes».
El viejo se quedó en silencio, pensativo. No me animaba a interrumpirlo, deseaba que continuara hablando.

«No me alegré por las desgracias de esos aviones. Podría haber sido yo quien visitara a la parca viajando en ellos. Esto de especular es diferente. Finalmente, llegó la pandemia del COVID. Los primeros datos surgieron en diciembre del 2019, cuando se supo que el primer caso se originó en China y llegó a Tailandia en un vuelo comercial ¡Estaba cantado que todo se iba al diablo! Aun tenía margen en el broker y solo podía hacer una cosa, doblar nuevamente la posición en BA. En ese entonces había mucho ruido e incertidumbre. Nunca había experimentado algo así como operador, ni siquiera en las crisis de 1987, 2000 y 2008. No era un loco bajista ni alguien que se aferraba a una acción por fundamentos o rumores inventados por otros. Era yo analizando y tomando decisiones en medio de un evento catastrófico, como los que vemos en las películas. Te confieso que viéndolo en retrospectiva siento orgullo por eso».
Silencio nuevamente.
«¿Sabías que cuando la acción BA estaba para recuperar, Warren Buffett vendió toda su posición en ella? ¡El viejo manos de diamante la terminó de destruir!. Es irónico. Esa sacudida dio la señal para cerrar mi posición en corto. Gané lo suficiente para retirarme, pero no me pude resistir y compré una pequeña parte apuntando al rebote. Ya sabes cómo es esto, a veces se gana y a veces se pierde, pero nunca se deja de operar. ¿Y a ti cómo te va con los futuros?»
«Eh, camarero, por favor, otro par de cervezas». Mientras tanto, reflexionaba a mil kilómetros por hora sobre la importancia de confiar en la intuición que se desarrolla con el tiempo, respaldada por el propio análisis, y la capacidad de adaptarse a las condiciones del mercado.
«Qué hubiera ocurrido si la jugada salía mal» pregunté susurrando, y el solo sonrió. Entendí que aunque la operación fue muy fuerte, el riesgo lo tenía controlado.